Este breve
ensayo tiene como objetivo buscar la posibilidad de que en un objeto artístico
contemporáneo, sea cual sea su caracterización (técnica, género) se dé el
tránsito del juicio sobre lo bello (forma del objeto) al movimiento del
espíritu, producido por aquello que horroriza y atrae a la vez (sin forma),
pues, lo sublime.
Es importante
señalar que el concepto contemporáneo de
belleza en el arte es algo diferente al
de la época de Kant, empezando porque en la actualidad incluso se
cuestiona si el arte debe ser bello; el arte ha llegado a ser más que un
cuadro, una escultura, pues, un objeto hecho para el simple deleite, pues si
fuera así, dónde quedaría la intención antiestética, burda, incluso brutal de
muchas piezas del arte contemporáneo, que paradójicamente son producto de la “libertad
absoluta” del artista kantiano. Inclusive se podría cuestionar si el objeto
debería llamarse obra de arte, mas la respuesta kantiana no existe, pues el
filósofo no da pautas para la concepción de una obra de arte como tal, pero si
pretende una universalización de la facultad de juzgar si lo es, es decir lo
deja a criterio del sujeto y la decisión descansa siempre en la subjetividad.
Por éste motivo éste texto se delimita al arte
contemporáneo, pues se cree que es la época donde gran parte de la producción
artística se desprende de la acción libre y desinteresada del artista; el
movimiento base del animal cultural,
cuyo anhelo de la libertad es latente, y es precisamente en la manifestación
cultural donde encuentra motivos para ejercer su libertad, pues está asociada
con el juicio de gusto (según Kant, nunca el hombre es tan libre como cuando
ejerce el juicio de gusto).
Ahora bien, se
puede hacer un señalamiento respecto a la idea del gusto y lo antiestético de
algunas obras contemporáneas, y es la posibilidad de que sea esto el objeto del
goce, es decir, que lo placentero sea esa cuota de anti esteticismo intencional
del artista. Como se puede ver el objeto artístico va a originar un juicio
estético que siempre es subjetivo y se presenta como ejercicio de la libertad
ya que “no tiene pretensión más que al
sentimiento de placer y no a un
conocimiento del objeto1”, debido al desinterés del juicio de gusto
el cual no depende del objeto. Ese desinterés es fundamental en la creación de una
obra de arte, pues lleva al autor a crear el objeto de placer, como una
reacción que al faltar el objeto, lo inventa. Esto podría servir de base para
afirmar que desear un objeto inexistente en cierta forma es crearlo.
En cuanto a lo
sublime, Kant no ejemplifica con obras de arte, pero, dado que el sentimiento
de lo sublime, al contrario que en lo bello, refiere a la ilimitación, a la
cantidad (y no a la cualidad) en cierta forma trasciende el objeto y “deja de
ser un juego y se convierte en seriedad en la ocupación de la imaginación2”.
Lo sublime en el arte, dice Kant, se limita siempre a la concordancia con
la naturaleza. De esta afirmación, en cuanto a la aplicación en un objeto
artístico, se puede deducir que se limita a una representación figurativa-naturalista
y no puede pretender universalidad, dado
el carácter individual de la experiencia de lo sublime.
El resultado
sería una obra casi que ilustrativa de la naturaleza en un estado de violencia
de la cual somos sólo testigos.
Pero aquí lo
importante es que lo sublime no está en el cuadro ni en lo que éste se puede
advertir, pues según dice Kant sólo podemos decir que el objeto es propio para
exponer una sublimidad que puede encontrarse en
el espíritu, pues lo propiamente sublime no puede encontrarse en forma
sensible alguna, sólo se refiere a ideas de la razón, que , aunque ninguna
exposición adecuada de ellas sea posible son puestas en movimiento y atraídas
por el espíritu justamente por esa inadecuación que se deja exponer
sensiblemente. Partiendo de ese texto se puede decir que lo sublime en el arte
(como representación de la naturaleza) depende del que pone o no sublimidad en
la representación, es decir, en el concepto al que alude la obra, debido a que
el entendimiento, que contempla el objeto, se abandona a este, dándose el
tránsito hacia el sentimiento de lo sublime por parte de la razón, y el objeto
en sí deja de ser tan importante y lo es ahora más el concepto al que alude.
Ahora bien, es
preciso señalar que en la “analítica de lo sublime” Kant se refiere a la
experiencia del sentimiento de lo sublime respecto de la naturaleza pero dice
además que en el arte puede haber sublimidad en cuanto esté en concordancia con
la misma naturaleza. Aunque sólo parezca un indicio de que es posible experimentar
sublimidad en el arte, es mucho más que eso, si se piensa en la necesidad
expresiva del artista, desde luego siempre pensando el arte como producción
libre y desinteresada, pues facilita la opción de búsqueda de recursos expresivos en función de la
exposición de sus ideas y puede ser posible, de esta manera, lograr en el
espectador una reacción que por lo menos trascienda la predisposición a la
experiencia de lo bello , producto de una estereotipación del arte.
El sentimiento
de lo sublime en el arte puede ser un tema debatible, pero es real y objetivo,
más si se demuestra que el espectador puede no sublimar ante un concepto
expresado en una obra artística, pero no puede negar si la obra es producto de
esa operación sólo que hecha por parte del artista, ya que este produce la obra
desde sí para el exterior como un acto de expresión de su interioridad y si
considera que el objeto creado es relativo a lo sublime (desde lo subjetivo, en
su forma de pensar, que pone sublimidad en el objeto) puede el espectador no
estar de acuerdo, mas no puede desacreditarlo.
Desde este punto
de vista también puede originarse un
objeto de arte relativo a lo sublime, desde la
perspectiva del creador y no del espectador. Entonces ¿podría la obra
pretender ser universalmente aceptada como relativa a lo sublime?; es muy
posible que no, dado que todas las personas no tienen los mismos temores.
Así como en la
naturaleza, se puede decir que en el arte se puede experimentar el sentimiento
de lo sublime tanto dinámico como matemático y también es posible que el acto
de sublimación se de por parte del artista y la obra sea el producto de esa
acción comportándose la obra como una fuerza, de todas maneras.
Se puede decir
que una obra de arte puede referir a lo sublime, ya que al igual que en la naturaleza, este concepto no se encuentra
propiamente en el objeto, si no en lo que representa para el individuo:”Para lo
bello de la naturaleza tenemos que buscar una base fuera de nosotros; para lo
sublime, empero, sólo en nosotros y en el modo de pensar, que pone sublimidad
en la representación de aquella3”.
Citas
1 parágrafo 23, pag.239
2 parágrafo 23, pag.240
3 parágrafo 23, pag.242
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